EDITORIAL  

 

Desde el momento que el Comité Editorial de INMÓVIL sugirió el tema “Cine ecuatoriano: entre la artesanía y la industria”, comprendimos que este número tendría algunas complejidades adicionales a las propias de la tarea editorial. Pero esas mismas dificultades surgidas del tema propuesto, son las que justifican el esfuerzo de poner a dialogar a autores con prácticas, enfoques y sensibilidades distintas sobre el modo de producción del cine en nuestro país.

La primera complejidad tiene que ver con qué entender por "industria cinematográfica" y qué por "producción artesanal”. Un enfoque bastante difundido en el medio mira a la producción industrial como aquella que se hace bajo la lógica de los estudios, el star system, el monopolio de la distribución y la difusión, del cine hecho en serie y de pésima calidad artística. Mientras que a la “producción artesanal” le otorga todas las bondades del cine arte, la libertad creativa y la búsqueda de una voz autoral que eleve al ser humano. ¿Será que estamos proponiendo discutir sobre esa dicotomía?

Otro enfoque, más cercano al pensamiento editorial de INMÓVIL, piensa la industria como la posibilidad de producción permanente, en volúmenes importantes, con una gran diversidad de contenidos, propuestas, enfoques, presupuestos y modalidades, incluyendo a la realización amateur. Se podría hablar, entonces, de industria cinematográfica cuando las condiciones para ese tipo de producción regular existieran y la gente del cine pudiera dedicarse a ese, su oficio, para ganarse la vida. Pero claro, esto es solo un posible enfoque que remite a otra complejidad: ¿industria de cine o industria audiovisual?

Es un hecho que el cine theatrical, -para salas de cine-, tiene un espacio en los hábitos de consumo audiovisual contemporáneos, pero que no es el mismo de hace 50 años. El video on demand, las series web, la televisión (más ahora que el apagón analógico se aproxima), son espacios cada vez más importantes para el consumo audiovisual; estas ventanas de exposición de los contenidos audiovisuales exigen nuevas formas narrativas, innovaciones en el lenguaje, nuevos enfoques en la formación, entre otras cosas, ya que no es lo mismo pensar en una película dramática de dos horas para pantalla grande, que en una micro serie web con capítulos de 3 minutos, sobre las historias mínimas y personales de un grupo de jóvenes skaeters. Así que el mismo título de este número entra en duda: vamos a hablar del cine para la gran pantalla exclusivamente o también de esas otras ventanas de consumo audiovisual que tienen públicos cautivos cada vez mayores.

Y si, finalmente, aceptamos abrir la reflexión a las distintas formas de creación audiovisual, queda por atender otro elemento más: de este tema deben hablar los realizadores cinematográficos -es decir los directores-, o quienes gestionan importantes eslabones del ámbito audiovisual. ¿Deberían estar también, por ejemplo, los dueños de las salas de exhibición, los gestores públicos del audiovisual, los investigadores de mercados, los publicistas? Todos ellos, creemos en INMÓVIL, tienen mucho que decir sobre el cine y la realización audiovisual en Ecuador.

Conscientes de la dimensión y complejidad del tema, resolvimos mantener el tema originalmente planteado como una manera de invitar a los lectores a una reflexión más amplia y profunda. Para empezarla, este número trae una muestra de enfoques, voces y posturas sobre algunas aristas de la producción audiovisual en Ecuador, que intentamos sea provocativa y que anime el dialogo.

En la primera sección se presentan los artículos de Camila Larrea y de Diana Molina; en el primero se analiza las dinámicas de producción y consumo de cine en Ecuador, a partir de la emisión de la Ley de Cine, en el 2006. En el segundo, mientras tanto, quien reflexiona sobre los desafíos de la producción para televisión en Ecuador.

En la segunda sección, se cuenta con el aporte; Lissette Cabrera quien ofrece la entrevista que realizó a Jorge Ulloa, director fundador de Touché Films, una de las más jóvenes y exitosas industrias audiovisuales. Camille Rousseau comparte las reflexiones suyas y de Daniel Reascos, recién graduado de INCINE, acerca de la posibilidad o utopía de una industria cinematográfica en el país.

Finalmente, en la última sección, Camilo Luzuriaga recorre por los así llamados géneros que se presentan en la producción contemporánea del país y que podrían ser un signo de que la cinematografía nacional ya se está acercando a una industria.

Confiamos que, una vez más, estos contenidos animen el debate en otros escenarios y que de esos diálogos surjan nuevas ideas para enriquecer la producción audiovisual ecuatoriana.