FUERA DE CUADRO

El trabajo actoral en taller de retrato

Andrea Arízaga

 

El proceso que se lleva a cabo en la clase de Retrato es un punto de giro para los estudiantes. Primero, porque es el primer acercamiento que tienen con la cámara y, segundo, porque es el primer encuentro que tienen consigo mismos. Es un extraordinario viaje para encontrar un rostro y cuerpo expresivos e inmortalizarlos en una imagen.

El diseño de la clase es bastante simple: a lo largo de tres meses los actores en entrenamiento serán fotografiados bajo distintas consignas. Cada uno desarrollará el diseño de sus sesiones con énfasis en el trabajo actoral. Las sesiones son dirigidas por mí y registradas por un fotógrafo profesional. Finalmente, se visionarán las fotos con el objetivo de analizarlas desde un punto de vista actoral y estético.

En este segmento de su entrenamiento, los estudiantes asimilan una noción mucho más compleja e introspectiva sobre la actuación. Antes de este taller, el trabajo que han realizado se basó en desarrollar su espontaneidad a través de juegos actorales con “el otro”, en Retrato, los estímulos parten de uno mismo y de cómo el actor se vale de su entorno y de los elementos que lo componen para despertar su expresividad y creatividad. El objetivo de este encuentro es romper con la idea de que el actor es un imitador formal de la realidad cuando esencialmente es un vehículo de emociones e impulsos que generan una nueva realidad, única, llena de vida e irrepetible.

El cine es fotografía en movimiento por lo que lo más lógico sería que el primer acercamiento que tienen los actores con la cámara sea trabajar en una escena pero creo que la decisión de comenzar con foto fija realmente explora la sensibilidad detrás del arte de la actuación. No hay manera de esconderse o fingir en un microsegundo fotográfico. La cámara lo registra todo: nerviosismo, miedo, placer, libertad. Esto obliga a que el actor se sumerja en un flujo continuo de grandes y pequeñas experiencias que le brindarán vitalidad a su trabajo. A esto es a lo que llamamos la VIVENCIA, uno de los pilares del taller.

La vivencia, para mí, es la energía que se genera dentro del actor a través de la interacción con distintos elementos y que se proyectará hacia cámara a través del rostro y del cuerpo. Por lo tanto, cada disparo de la cámara reta al estudiante a sostener esta vitalidad y materializarla en una imagen fija.

Con la finalidad de brindar un proceso orgánico al crecimiento de estos futuros actores, existen tres consignas a partir de las cuales se elaborarán las propuestas. Cada una desarrollará una cualidad específica en el actor y aportará distintas herramientas.

La primera consigna consiste en trabajar la imagen elaborada por ellos mismos, es decir, su construcción social. Este diseño es el resultado de años de interacción con su entorno que se ha materializado en una forma de vestir y presentarse ante el mundo. Es una estructura sólida que los protege de cualquier amenaza externa. Mi trabajo en este primer encuentro, es identificar cómo esa imagen se asocia con su mundo interno para luego encontrar una vía y reconfigurar dicha estructura. Por lo tanto, los chicos van a la sesión, con la ropa que creen que representa su personalidad y son fotografiados con muy poco entrenamiento actoral, sin ningún tipo de utilería ni escenografía; sólo ellos y la cámara. La nueva dinámica despierta en ellos una necesidad por descubrir quiénes son realmente. Es conmovedor verlos luchar contra sí mismos, buscando ser auténticos mientras lidian con sus propios juicios, miedos y limitaciones. Incluso el que mejor sabe posar y sonreír pierde el control ya que no pueden sostener su máscara por tanto tiempo. Poco a poco, mientras avanza la sesión, esta máscara social cae de forma inevitable.

Este momento es muy importante ya que los estudiantes se dan cuenta de que el trabajo actoral no recae ni en apariencias ni en quién es el más exhibicionista, va de aceptar lo que está ocurriendo dentro de ellos y trabajar a partir de esa realidad. La primera sesión es un ritual de iniciación, que despierta el conflicto entre la exposición y la vulnerabilidad.

Las fotografías que se visionarán tras la sesión serán analizadas bajo distintos parámetros. Para el primer ciclo de fotografías trabajamos LA PRESENCIA que está definida como la capacidad de crear una forma expresiva a partir de la vivencia utilizando el cuerpo y el rostro como herramientas para comunicar. El actor presente es aquel que trabaja desde el aquí y el ahora, utiliza su cuerpo y rostro de manera consciente pero, a la vez, dejándose llevar por sus impulsos y estímulos. Dentro de este proceso identificamos junto con los estudiantes las zonas de tensión inconscientes de cada uno para luego utilizar la tensión a voluntad con fines expresivos. También reconocemos la gestualidad recurrente para luego romper esta construcción a través del calentamiento, la respiración y la estimulación sensorial. Finalmente, analizamos si el cuerpo y el rostro se encuentran en la misma sintonía que la vivencia. Esto se lo puede identificar en las sesiones al analizar si el actor se permite experimentar las distintas direcciones que recibe durante el transcurso de la improvisación.

El objetivo de la primera consigna es descubrir las limitaciones del actor, reconocer el material en bruto: gestualidad recurrente, puntos de tensión en el cuerpo y en el rostro, la relación inicial del actor con la cámara, su relación con su cuerpo, definir si el actor está consciente de sus impulsos, etc. Tras identificar estas características, yo les ofrezco sugerencias a los estudiantes de cómo pueden trabajar sus áreas problemáticas. Dichos consejos se los deben integrar al diseño de la siguiente sesión. Esta consigna inicial es la única donde el actor interactúa solamente con su cuerpo y la vestimenta que lleva, de aquí en adelante se desarrollará una propuesta visual mucho más compleja.

La segunda consigna gira alrededor de la idea del entorno íntimo. ¿Qué significa esto para cada uno? ¿Es su cuerpo, es la calle, es la naturaleza, no existe? ¿Es una relación conflictiva o armónica? A través de las sensaciones, colores, formas e imágenes que esto produzca en ellos, los estudiantes crean una metáfora de esta relación y la traducen en un diseño visual para el entorno y para la caracterización física de su próxima sesión. Los chicos se ven obligados a encontrar estímulos que los desafíen, que los permitan experimentar con su imagen y con nuevas vivencias.

A partir de esta sesión, el estudiante ya ha desarrollado su presencia frente a cámara o por lo menos enfrenta el problema con menor intensidad. Gracias a esto, nos alejamos de la construcción rígida con la que empezaron el taller, permitiéndolos encontrar un nuevo cuerpo y rostro. A la vez, ocurre un proceso paralelo, nada pedagógico, en donde los estudiantes empiezan a descubrirse a sí mismos y a encontrar su voz. Como directora de las sesiones, mi objetivo principal es sacarlos de su zona de confort valiéndome de los recursos que ellos traen a la mesa y de lo que sea que ocurra en el momento. Cuando salen de esta zona, es inevitable ver cómo su seguridad crece y eso ayuda mucho al trabajo posterior ya que pierden el miedo de salir de sí mismos.

Al tener un entorno y una nueva imagen con la cual interactuar, el actor proyecta su atención hacia esos elementos desaferrándose de la conciencia que tiene de sí mismo y convirtiendo la experiencia de la exposición en algo placentero. Para ello, insisto que los estudiantes trabajen con componentes sensoriales que vayan a generar vivencia en ellos, que despierten su cuerpo y que los saque de su cabeza.

El trabajo actoral, para mí, es un 10% intelectual y un 90% sensorial. La mente bloquea cualquier impulso que el actor tenga. El bagaje cultural cesura la creatividad. Al incluir estos recursos, la atención del actor se enfocará en interactuar y reaccionar a estos estímulos tangibles en vez de intelectualizar su proceso.

En la segunda consigna, la conspiración entre todos estos elementos dan paso a la EMOCIÓN. No me gusta mucho utilizar esta palabra en mis sesiones ya que se la puede malinterpretar fácilmente. Para mí, el actor no es un ser emocional. Dentro de mi experiencia como actriz, ha sido muy común que los directores soliciten de mí emociones: triste, feliz, brava. Al pedir una emoción aislada se está ignorando su naturaleza causal y seguramente el actor hará muecas o no podrá sostener la emoción para las siguientes tomas. La actuación, de esta manera, se convierte en una estructura sin base y un proceso muy frustrante.

La idea que busco implantar es que las emociones son el resultado de una interacción previa. Nadie llora porque si. Por tanto, el enfoque principal en esta sesión va de desarrollar su habilidad de interactuar con los elementos que ellos traigan, en búsqueda de verdaderas emociones.

Durante este proceso me encargo también de proporcionar herramientas técnicas para que los chicos puedan materializar mejor todos sus impulsos. Junto con el fotógrafo, ayudamos a los estudiantes a desarrollar su percepción en relación al artificio detrás de la construcción de la imagen. Ya no sólo deben escuchar sus impulsos y reaccionar a los estímulos, también deben estar atentos a dónde se encuentra la cámara, cómo proyectarse hacia ella, deben tener consciencia de la luz, el espacio, y tienen que aprender a moldear la manifestación de sus impulsos en función de estas nuevas interacciones.

El análisis que hacemos de estas sesiones trabajará bajo el concepto de la ARMONÍA entendida como la unión y correspondencia entre varios elementos, en este caso, el rostro, el cuerpo, el vestuario y el set, que comunican una sensación o concepto concreto. Esto se puede ver en cómo el entorno y el vestuario complementan al trabajo actoral. Identificaremos si el actor aprovechó los materiales que trajo a su sesión para generar una transformación en sí mismo. Definiremos aciertos y fallas en la elaboración del set y en la caracterización, y evaluaremos, además, la fotografía como una unidad.

La consigna más reveladora de todo el taller es la del opuesto, ya que, el objetivo de este trabajo es sacar al estudiante de su zona de confort y brindarle libertad al momento de crear. Si no se lo logró con la segunda consigna, en esta nueva sesión, al trabajar una imagen contraria a la del actor, es inevitable romper con muchas ideas sobre sí mismo. Es altamente estimulante.

Para la tercera consigna, el estudiante debe construir una caracterización completamente opuesta a la construcción inicial que presentó de sí mismo. Siempre les digo que si al visualizar a su opuesto tienen una reacción visceral de rechazo, deben seguir esa idea para la elaboración de la propuesta. El entorno tendrá la función de brindarles estímulos sensoriales que los acerque a la construcción del personaje que han elegido encarnar, además deben aplicar las observaciones hechas en sesiones pasadas. De cierta manera, es un primer acercamiento a la escena ya que tenemos los componentes de personaje, tiempo y espacio continuos, conflicto y acción.

El conflicto con relación a la exposición se solucionará o quedará suspendido al finalizar este último esfuerzo. Es un trayecto bastante complicado ya que son seres humanos que tienen la libertad de acoger el proceso o negarlo. Lo que si reconozco es que la consigna abre una puerta ya sea hacia la transformación total o hacia el cuestionamiento de sus estructuras rígidas. En todo caso, debe tener un efecto inconsciente activo ya que simbólicamente están dejando atrás a su viejo Yo para acoger esta nueva imagen.

En nuestra vida cotidiana, constantemente gravitamos entre distintos roles: la madre, el hijo, la novia, el rockero, la buena cristiana, etc. Interpretar personajes no es algo nuevo ni artificial, es una forma de sobrevivir y tenemos bastante práctica en ello. Con el paso del tiempo, nos identificamos más con uno de estos roles y optamos por convertirlo en nuestra identidad. Ahora, ¿qué ocurre si adopto una nueva apariencia que no me representa pero que, a la vez, forma parte de mí? La alteración en la apariencia física ayuda mucho al actor a que éste pueda desvincularse de sus prejuicios y miedos debido a que al mirarse en el espejo observa a un “otro”. Por lo tanto, la responsabilidad de cualquier acto recaerá sobre “aquel ser” mientras que, al mismo tiempo, es el actor el que permite que este nuevo personaje exista. Es un paradigma bastante complejo ya que, de cierta manera, en la sesión se produce una crisis de identidad.

Yo creo que el verdadero enemigo del actor es su juez interior que no le permite aceptar una nueva forma de habitar este mundo. Por eso, trabajar una imagen radicalmente opuesta ayuda a que el estudiante tenga que lidiar con un conflicto más grande que la vergüenza o el miedo. Todo trabajo actoral funciona bajo la magia del auto convencimiento, por lo que la elaboración de esta nueva apariencia debe ser muy concreta. No es un disfraz, es la personificación de un estilo de vida. Eso ayuda mucho a que el estudiante pueda creerse lo que está trabajando y con mi ayuda podemos romper la frontera y establecer nuevos límites.

Lo que suele pasar al visualizar estas últimas fotos es que ya no se le reconoce al actor, de repente lo que miramos es un personaje y esto resulta bastante liberador para los chicos. Y es exactamente ese nuestro punto final de análisis: la LIBERTAD y EXPRESIVIDAD.

Frente a cámara, el proceso de creación es mucho más espontáneo y fluido. El actor tiene consciencia de luz, de cámara y del espacio. Buscará voluntariamente estímulos que lo lleven a la vivencia. Tendrá la confianza de salirse de su zona de confort al permitirse experimentar escuchando sus impulsos y creando una forma justa para ellos con su rostro y cuerpo. El entorno y la caracterización apoyarán al trabajo actoral y, en conjunto, a comunicar un concepto, emociones o sensaciones concretas.

El taller de retrato no proporciona un entrenamiento formal ya que se vale de varios recursos para dirigir las sesiones. No se enseña una técnica específica y es muy poco predecible. Más bien, es un proceso de iniciación para desarrollar la sensibilidad de los estudiantes ante el trabajo actoral, es una exploración individual de sus limitaciones y fortalezas que rompe con sus estructuras rígidas y permite acoger cualquier experiencia con disposición y creatividad.